martes, 8 de junio de 2010

Póngale más volumen



 Escena uno, un joven en el bus no presta atención de lo que pasa a su alrededor, abstraído con sus audífonos permanece por ratos inerte, a lo sumo mueve la cabeza o el pie al compás de lo que oye, no importa si va entre canastos, lo empujan o al borde de la última escalera, su cuerpo sólo responde a los ritmos.

Escena dos, otro adolescente cabizbajo y distraído por la última melodía de Black Eyed Peas o de Tito el Bambino, pasa la calle con premura sin percatarse del bocinazo del carro que le pasó cerca, todo por la genialidad de la música que es capaz de hacerlo pasar a uno un rato ameno, distractor de grandes problemas cotidianos.

Escena tres, el empleado municipal, el de la recepción o en gerencia todos escuchan el cancionero, en cualquier momento de descanso, ese estímulo e inspiración para terminar una ardua faena de labores, eso sí sin distraerse de los tareas pendientes.

La música está presente en nuestras vidas, desde que nacemos las mamás ponen a escuchar melodías al bebé en su vientre, de allí las clásicas canciones infantiles con las que crecemos, luego el paso a la adolescencia cuando nos enamoramos con una romántica canción que nos dedican o dedicamos.

También ayuda a concentrarnos mejor, según algunos especialistas, con piezas de Beethoven y Mozart; asimismo beneficia en sesiones terapéuticas para enfermos, la música es vital y buen compañero en cualquier instante.

Ahora con permiso necesito oír algo que me anime para una noche de duro trabajo y quiero subirle el volumen a la radio o parar bailando sin salir de casa.

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