sábado, 25 de julio de 2009

Un recordatorio a mi ser querido

Aún tengo la tristeza por el fallecimiento reciente de mi querida abuelita, Socorro Audelia Fuentes, la que siempre llevaré en mi corazón, una mujer fuerte que sostuvo con mucho trabajo 11 hijos, porque se quedó viuda, la que gustaba levantarse temprano (algo que no le heredé) y platicaba largas horas de la noche contándonos anécdotas del siglo pasado.

Nos relataba cuentos de espectros, y cómo es que el bisabuelo la obligaba levantarse a las cuatro de la mañana, la gente de antes, tan estrictos, para lavar ropa de todos los señores de la casa, aunque tenían mozos, las mujeres eran las encargadas de hacer esos oficios. Por esto mismo vio desfilar a los más famosos fantasmas de la época, el Sombrerón, La Llorona, el Duende, la Ciguanaba o la carroza funebre.

Recordaba como estos seres fantasmagóricos abundaron como un presagio para lo que venía con las muertes de la epidemia de la gripe española, de 1918, la misma que acabó con la vida de dos de sus hermanos, que mató a Jacinta y Francisco Marto, los pastores a quienes se les apareció la Virgen de Fátima, al igual que a Max Weber, economista político y sociólogo alemán.

Contaba las historias de los presidentes de antes, de la autoridad y el miedo que le tenía a Jorge Ubico, de la tranquilidad que se respiraba en ese gobierno, ya que no existía violencia. Nos narró asimismo la expropiación que le hicieron a su familia de las tierras que poseían en San Marcos en el período de Jacobo Arbenz Guzmán que casi los dejó en la calle.

Con el tiempo mi abuela tuvo una pequeña tienda que atendió en San Pedro, San Marcos, famosa por sus chorizos y quesos, que deleitaba cada vez que la visitaba. Mucha gente la conocía porque era de las más longevas del departamento, vivió muchos años, 103, tiempo en el cual nos dio mucho amor y cuido, durante nuestra niñez y adolescencia; después ya le era difícil visitarnos debido a que la edad empezó a hacer mella en su vida, se debilitaba fácilmente, al extremo de volverse frágil como una muñeca de cristal.

Murió rodeada de familia y el peso de los años terminaron con su vida, no sufrió presión alta, migrañas, diabetes, cáncer, fue su edad lo que que puso punto final a su intachable vida, desde aquí abuela de mi vida te abrazo y dedico este relato que cualquier nieto que ame a su abuelo pueda sentirse identificado.

Yo, tu muchachita.