jueves, 25 de diciembre de 2008

Carta para mi amiga Lucy



Lucy Cardona tenía 31 años cuando un seudopiloto de buses junto a su ayudante la asesinaron. En enero se cumple su segundo año luctuoso y no puedo olvidar a la mejor amiga que la vida me dio. Su honestidad, amistad sincera, además de sus enseñanzas son lo que guardo de ella.

La conocí hace tres años en el lugar donde actualmente laboro, era una persona callada, a la que le podías aprender, amable, sin rebuscamientos ni apariencias, muchos menos aprobaciones sociales.

Entre tantas charlas que tuvimos, días antes de tu muerte, siempre me dijiste que te dolían las injusticias en tu trabajo, que los tratos fueran desiguales (como en todos lados pensaba) y lo peor sucedió cuando te despidieron tres días antes de fallecer. Todo lo que se te pudo dar en vida y que te merecías se esfumó abajo de las llantas de esa maldita camioneta.

No pudiste ver el remordimiento de Charlie, tu jefe en ese entonces, cómo lloraba en el baño por haberte despedido, aunque la desfachatez más grande ocurrió en tu velorio al entrar las personas que te hicieron la vida de cuadritos, hubiera querido transformarme en Superman por un instante y traspasar a ese par con rayos láser para hacerlas polvo, después medité y me dije toda maldad tiene el efecto bumerán.

A través de este escrito quise desahogar un poco la ausencia de mi casi hermana, cuánto te extraño amiga, hubiera querido cumplir tu sueño de visitar juntas la ciudad de la luz , París, que tanto anhelabas conocer.

Ahora estamos en distintas estaciones, el tiempo es inexorable y nos dejó en diferentes estados, aquí desde mi blog rindo un homenaje póstumo a la personita que me enseñó el verdadero sentido de la amistad, no lloro más, celebro que estés en un lugar donde puedas estar tranquila, en paz.

Tus padres Lucy y tu amiga desean tu eterna felicidad.







viernes, 12 de diciembre de 2008

Monólogo de Alsoris





Ya no sé qué más decir, con tantos conflictos mundiales, que si las narcomatanzas, la elección del primer Presidente afroamericano en Estados Unidos, la violencia incontrolable en Guatemala y suicidios cibernéticos, bueno necesito hacer una pausa, dejar de leer los periódicos, ver noticiarios, por hoy y mañana ya son suficientes, bastaaaa!!! Respiro profundo y digo:

Hace como tres años conocí a Martín, mierda, me encantaba ese individuo, de esas ilusiones perdurables, resistentes a los años, con un dejo de esperanza interminable, que quise demasiado y que con el tiempo terminé de ver con una realidad que estremeció mi espejismo por él.

Dios, cada tarde era una emoción verte, de aquellos encuentros visuales que duran una eternidad, el fulgor de tu presencia en los pasillos, podía identificar tu voz, poco masculina, entre los demás seres con los que conviviamos, y siempre estabas allí con esa sonrisa característica de los que fingen cariño y honestidad, aunque me permito aclarar, ese hombre es en cierta medida normal, pero no hay que despertar a la fiera que lleva dentro y se desata en ciertas discusiones, lo sabré yo.

Nuestras conversaciones eran interesantes, contigo Martín se podía debatir, mas no discutir, eso lo recalco. En aquel momento no necesitaba realidades solo eran mentiras, especulaciones, que no niego disfrutaba, ya que recuerdo que en numerosas pláticas existía aquel rastro de complicidad y sospecha que había en cada uno de nosotros. Sin embargo no quisimos aclarar hasta aquel día, recuerdas, cuando ambos nos convertimos en lo que cada cierto tiempo, y a todo ser humano nos pasa, sacar a luz esa segunda personalidad.

Y fue entonces que vi al doctor Jekyll y Mr. Hyde en acción, parece extraño que aquel niño tierno, sonriente se conviertiera en otra persona, que actuara soso, confundido y después se ocultara; no cabe duda que estás situaciones no las manejas bien, Martincito, siempre quieres escuchar lo mejor y no es así en la vida, también debes oír la verdad, por supuesto aunque no sea agradable.

Pese al tiempo que ya no hablamos, percibo en ti todavía ese sentimiento de indiferencia, que cubrías con risas, joder, dicen los españoles, ahora entiendo esa atracción que sentía por ti, era todo ese misterio que envuelve a las personas, que desconoces como terminará.

Hablar de Martin me llevará más tiempo y hojas, por el momento te dejaré descansar, volveré cuando recuerde cada detalle que me parecía fenomenal en aquel entonces y que en este momento es incierto. O podría ser que ya no vuelva a decir nada de ti, que nunca más recuerde, que padezca de amnesia eterna.