martes, 6 de julio de 2010

Paseo en el bus guatemalteco



El abordar buses a diario implica una experiencia religiosa y no lo digo por la comodidad de sus asientos o lo confortable que pueda estar el trayecto, es porque tengo que estar rezándole a todos los santos para que no sucede nada en el recorrido, asaltos, accidentes; aparte de alguna que otra acrobacia que uno realiza al bajar.
En el interior de la camioneta entra uno en una especie de ambiente social donde se da todo tipo de situación, primero y, últimamente, vemos el elemento policial que cuida del chofer y de los pasajeros, con el que suponemos tener “cierta seguridad”, yo prefiero sentarme en el medio, por si acaso ocurre un imprevisto, algo así como un campo de batalla imaginario, atrás de la trinchera.
Está el que va absorto en sus pensamientos, es mi caso, que también uso los viajes largos para darme un pestañazo, aunque siempre atenta, no me puedo descuidar, no vaya a ser que en una de esos los dueños de lo ajeno aprovechen.

Los autobuses están decorados al estilo de los señores conductores, con frases como “la mujer de los 2″, “tu mujer nos traiciona”, el ardor de todos” y el clásico “solo nenas”, además de incluir peluches y calcomanías de personajes famosos (Garfield, Snoopy, Piolín -este último el preferido de muchos-).
Allí vamos juntos, cual juego de lego con todas sus piezas que deben calzar perfectamente, para que haya cupo o como una fila de dominó que en cualquier frenazo caemos al unísomo.

Y qué decir de las ventas diarias donde suben a veces hasta 6 vendedores y nos ofrecen toda clase de mercancía, dulces, lapiceros, billeteras, ganchos, juguetes, un mercado laboral que veo que se acrecienta con el tiempo. Un día conté hasta 16 vendedores cuando tuve que transbordar tres camionetas.

Viajar en el transporte colectivo de este país es un peligro latente, pero también tiene sus particularidades, porque no creo que en Argentina, Chile, menos Londres se escuche córranse, por qué no avisa su parada o pásense en el otro bus, al igual que la inclusión de sus ayudantes.
Pero hoy, la profesión de piloto es de las más riesgosas en Guatemala, así que ellos se la juegan, lamentablemente de otra manera, con la vida.

2 comentarios:

Roberto Amohr dijo...

Muy original, así es Guatemala y pues no hay para donde, si no fueramos algún otro lugar sin ese tinte y eso sí, mucho cuidado y ahora conducir un colectivo es una tarea titánica y peligrosa de verdaderos héroes que se ganan el pan.

Narcy dijo...

Gracias por sus comentarios Roberto y lamentablemente es lo que está sucediendo a diario. Bonito blog el suyo.